viernes, 10 de abril de 2009

Dia 3.- Monasterio de Shipka y Plovdiv

Este tercer día de viaje, tras desayunar nos dirigimos a visitar la tumba tracia de Kazanlak, a escasos 100 metros de nuestro hotel. La original se encuentra cerrada, imagino que por motivos de conservación, pero al lado han construido una replica bastante bien conseguida. Se visita en un momentín, pues es muy pequeña, pero las pinturas de esta tumba son verdaderamente estupendas. Allí cerca hicimos nuestra compra de regalos. Como no podía ser de otra manera en la capital de valle de las rosas, compramos esencia de rosas, perfume de rosas, mermelada y miel de rosas y otros productos típicos de la zona.




A unos 10 km. se encuentra el pueblo de Shipka, lugar de una famosa batalla en la guerra de la independencia búlgara, pero nosotros nos dirigimos hacia allí para ver el monasterio ruso. En el recorrido fuimos viendo a derecha e izquierda de la carretera decenas de túmulos correspondientes a tumbas tracias. Era evidente que nos encontrábamos en la tierra de los tracios.


A medida que nos acercábamos al pueblo podíamos distinguir con mayor nitidez las cúpulas doradas de su iglesia. Al llegar a ella nos quedamos asombrados de su majestuosidad, colorido y pinturas. Es una iglesia construida en 1902 en memoria de la guerra ruso-turca, donde Bulgaria se liberó del imperio otomano. Merece la pena una visita a su cripta.


De allí pusimos rumbo a Plovdiv, donde llegamos alrededor de las 12 del mediodía. Aparcamos el coche a la entrada del casco viejo y comenzamos a caminar deleitándonos de cada uno de sus rincones. Plovdiv es una de las ciudades más antiguas de Europa, más incluso que Roma o Atenas, aunque de aquella época quedan pocos vestigios. Las construcciones típicas de la época, las mansiones, algunas de ellas convertidas en museos y sus callejuelas hacen que pasear por este casco histórico sea una experiencia inolvidable.




Hicimos una parada cerca del teatro romano para comer. Lo hicimos en una preciosa mejaná donde de nuevo su comida fue un verdadero placer. Después de comer visitamos el teatro romano, el circo romano y la explanada donde se encuentra la mezquita. A estas alturas ya Luis empezaba a notar los síntomas del asma y decidimos volver al coche, donde después de tomar su medicación nos dirigimos de nuevo a Sofía.


Una vez allí fuimos al hotel, nos cambiamos y salimos a dar una vuelta y nos decidimos en esta ocasión por cenar en un restaurante Japonés. Mereció la pena, pues la comida estaba exquisita y de nuevo nos sorprendieron los precios del país. Teniendo en cuenta que un restaurante Japonés suele ser bastante caro en cualquier lugar, aquí nos costó la cena con vino café y licor 70 euros las cuatro personas.

Después de la cena paseamos un poco por el centro de Sofía, tomamos una copa en un bar y nos fuimos a dormir.

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